Mucho se ha escrito y hablado
sobre el consumo energético o el balance de energía para producir alimentos o
biocombustibles. La producción de energía mediante los biocombustibles ha
acaparado la atención en los últimos años, principalmente por cuestiones
político-estratégicas y porque se han atribuido a los biocombustibles virtudes
para combatir el cambio climático que realmente no tienen, como fuera
demostrado claramente por Hartmut Michel, entre otros.
De los alimentos primarios para
producir carne o leche, los forrajes conservados, que tampoco son neutros en la
emisión de CO₂ deben producir grandes cantidades de materia seca, no sólo para bajar
el costo por unidad de peso sino también para tener un balance energético
positivo, ya que el cultivo y principalmente el corte, picado y confección de
silajes requiere cantidades importantes de energía fósil como combustibles
(gas-oil).
Sabemos además, de la necesidad
de fibra y energía que tienen los rumiantes y también sabemos de la posibilidad
de reconvertir el 100 % de los desechos y los efluentes para utilizar en el
mismo sistema productivo, lo que hace la gran diferencia a favor del uso
forrajero en contraste con el uso energético para biocombustibles de especies
forrajeras como el maíz para silaje de planta entera. Es por ello que el uso integrado de alimentos
y energía, o sea silajes y reconversión
de los desechos, permite disponer de la fibra y de la energía necesarias para los rumiantes
y un aprovechamiento integral de los desechos para producir energía, biofertilizantes y abonos orgánicos para las
necesidades del sistema de producción.
Luis Marquez en su trabajo
sobre el consumo energético en la agricultura
(http://www.revistaambienta.es/WebAmbienta/marm/Dinamicas/pdfs/versionpdf/Marquez.pdf)
ha remarcado que “el consumo de energía fósil en la agricultura tiene poca importancia
relativa en el consumo mundial, pero con ella se incrementa notablemente la
productividad, y esta energía se utiliza principalmente en la motorización de
la agricultura, en la fabricación de los agroquímicos y otros procesos
realizados ……”. No entraremos en detalle sobre el tema, ya que nuestro interés
es recalcar que la utilización de la energía fósil para agricultura y
específicamente para obtener forrajes conservados tiene poca importancia
relativa comparativamente con otras actividades y que puede hacerse un uso
mucho más eficiente de la energía fósil para producir alimento en forma de
forrajes conservados que para producir etanol, al menos con las plantas
forrajeras tradicionales para esa finalidad.
Es necesario aclarar aquí, que los cultivos con menos o nula
aptitud forrajera son una opción más útil para producir solamente biocombustibles
para vender fuera del sistema de producción.
Sintetizando y volviendo al título
de esta entrega, la producción de silajes de maíz y sorgo principalmente, aseguran un mejor
balance energético que para otros usos y siguen siendo estratégicos en la producción de carne y
leche.
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